15 de marzo de 2013

Cultivando la Tierra

Hace ya unos años conocí un campesino. Era un hombre trabajador, humilde pero idealista. Le movía el amor por la tierra, sus gentes y el conocimiento. De niño apenas tuvo ocasión de ir al colegio, pero tras las duras jornadas en el campo se esmeraba siempre para descubrir algo nuevo cada día. Le apasionaban los atlas mundiales. Miraba con los ojos brillantes países lejanos de los que apenas sabía nada. Sus pasatiempos eran una hoja llena de sumas y operaciones matemáticas.

Jamás consiguió ningún postgrado universitario ni apenas el graduado, pero era un hombre sabio. Mirando el horizonte podía decir las horas de sol que le quedaban antes de montarse en su bicicleta y volver a casa. Tenía la paciencia necesaria de los que viven a merced de la madre naturaleza y que saben que todo proceso requiere su tiempo y sus cuidados.

Iniciar un negocio, en los días que corren, requiere ciertas dosis de esa sabiduría, paciente y soñadora. De esa que tiene la fuerza para cavar surcos en una tierra seca, llena de piedras y raíces viejas con la esperanza que caiga agua del cielo, vital para que germinen las semillas.

Y ahora, con las nubes dispersándose y el equinoccio a la vuelta de la esquina, en el Barquito llega la hora de empezar a cuidar los brotes que vayan saliendo y tener la paciencia adecuada.

Este fin de semana celebraremos un encuentro gastronómico con amigos y colaboradores en el Camp de Tarragona, sentados alrededor de un gran fuego, con unos cuantos calçots y un buen vino.

Esperamos que juntos, como el viejo pagés, podamos soñar mirando al cielo.


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